sábado, 1 de marzo de 2008

NOTA PRELIMINAR


La preocupación de Eudomóndaro Higuera alias El Tuerto, de que su obra fuera comprendida como una totalidad conformada a través de innumerables rasgos y detalles, pero la cual aborda de manera profunda el grave espectro de la Literatura Contemporánea me exige como un humilde compilador de una parte de su vasta y conspicua obra, ir de la mano del poeta allanando el camino de sus lectores a través de breves y sucintos escolios que aporten mayor claridad a algunos aspectos oscuros de su obra, o bien demasiado luminosos.

Cada poema de Eudomóndaro Higuera impele una aventura del pensamiento y de la lengua, su concisión, la vasta evocación del instante, se reproduce en su verso límpido y preciso. Como buen transmisor de la tradición española, vemos en su literatura la vertiginosa síntesis conceptual de un Quevedo, así como la barroca exploración del lenguaje de un Góngora. Eudomóndaro surca las aguas de la tradición con los vientos favorables de la reflexión y el detenido análisis de sus herramientas: tropos, figuras de pensamiento y de palabra, entronizan su efectividad en un verso sonoro y resplandeciente, donde las formas estróficas, no son un impedimento para su afan aleccionador y humanístico.

El soneto, la décima, el cosante son formas que Eudomóndaro hace suyas con gran maestría; su búsqueda de voces en la conformación de la lengua española lo llevan a abrevar en la tradición galaico-portuguesa, sefardí, árabe y hebrea; las canciones de vela y de amigo, las jarchas y el zéjel son el vehículo vinculador en estas coordenadas del espectro hispanohablante.

Su conocimiento profundo de la versificación cuantitativa o clásica lo llevan a interiorizarse en sus poemas con los ritmos clásicos griegos y latinos, como haría también Rubén Darío y más allá Juan Segundo en sus Basia. El dáctilo, el anfíbraco, el troqueo y el yambo son conocimientos que utilizan sus versos para ofrecer un perfil de la riqueza de nuestro idioma y sus raíces más complejas.

Hemos dicho hasta aquí que Eudomóndaro es un autor preocupado por la recuperación de la tradición española a través de su literatura; pero no sólo esto conmovió a nuestro autor, sus intentos por descifrar el misterio de la poesía lo llevaron a ingresar en el estudio de las lenguas indoeuropeas y a establecer modelos lingüísticos que después con el lingüista Hjemslev tomarían cuerpo en la teoría glosemática. Frecuencias de palabras, de sonidos, de vocales y consonantes sirvieron para que Eudomóndaro explorara el vasto territorio de la fonología, sus poemas en F y en P fueron la instancia elocuente de este sistema.

A partir de la introducción de un rasgo característico de todas las lenguas: la jerigonza, abre la posibilidad de sistemas lingüísticos empíricos como es el cuti, el vesre, el SUFAMELICO. Esta intuición, de buscar en la jerigonza una explicación a la creación literaria se verá recuperada posteriormente por Noam Chomsky en su teoría del Generativismo.

En el plano puramente literario esos experimentos rindieron frutos años después en lo que se llamaría la poesía concreta capitaneada por el poeta brasileño Haroldo de Campos.

Sus relaciones con poetas vinculados con el surrealismo como Magloire Saint-Aude, de Haití acercaron a Eudomóndaro al automatismo psíquico, al que dejó por su contraparte conciente del proceso creador que le interesaba mucho más.

En la poesía de Eudomóndaro encontramos los temas más ecuménicos de la épica y la lírica sinaloense: el amor, la bebida, la muerte son un sólo desgarrador a lo largo de su obra; cantar el sabor de su pueblo y vivir plenamente su clima y su geografía es la simbiosis aleccionadora que nos deja como legado.

En su poesía vemos transitar las especulaciones metafísicas y formales, así como la experimentación a veces caótica, pero nunca inocua; Eudomóndaro es el primer escritor sinaloense que merece discutirse en la mesa de los poetas jóvenes. La revisión de su obra no es, no será nunca, el descarado placer paleográfico o archivonómico; la comprensión de esta poesía abrirá caminos innominables en la lírica de nuestra joven tierra.

Quiero dejar aquí una noticia breve sobre los textos presentados en esta modesta colección; de nadie es desconocido que nuestros mejores poetas han regado su obra por donde han pasado; así en innúmeras cartas, recados y papeles varios conservados por mi familia he encontrado la mayor parte de este material, seguro estoy que en muchas de nuestras casas perduran al fondo de un baúl o en un ropero originales del Guacho Felix, Jesús G. Andrade, el Güero Astengo, Rafael Buelna, Gilberto Owen y otros; invito a los felices poseedores de tan valioso legado a que lo compartan con otros sinaloenses igualmente interesados en la historia de nuestras letras.

Por último quisiera dedicar mi trabajo de compilador con infinito respeto a mi antecesor en este campo: Don José María Figueroa Díaz, hasta ahora el primero y más grande conocedor y difusor de la obra de Don Eudomóndaro Higuera alias El Tuerto; quiero decirle desde aquí que siempre, en todo momento, su ejemplo luminoso me acompañó en tan importante empresa. Espero no haber sido indigno de tan alto compromiso y que mi trabajo encuentre eco en su benevolencia e hidalguía.



MARIO BOJÓRQUEZ

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