jueves, 27 de marzo de 2008

Biblioteratos
-antología de textos sobre monstruos-


Teratología

Ambroise Paré


las causas de los monstruos son varias.
La primera: es la gloria de Dios.
La segunda, su cólera.
Tercera, la cantidad excesiva de semen.
Cuarta, su cantidad insuficiente.
Quinta, la imaginación.
Sexta, la estrechez o reducido tamaño de la matriz.
Séptima, el modo inadecuado de sentarse de la madre, que, al hallarse encinta, ha permanecido demasiado tiempo sentada con los muslos cruzados u oprimidos contra el vientre.
Octava, por caída, o golpes asestados contra el vientre de la madre, hallándose ésta esperando un niño.
Novena, debido a enfermedades hereditarias o accidentales.
Décima, por podredumbre o corrupción del semen.
Undécima, por confusión o mezcla de semen.
Duodécima, debido a engaño de los malvados mendigos itinerantes.
Y decimotercera, por los demonios o diablos.

De monstruos y prodigios


Una Cruza

Franz Kafka

..........Tengo un animal curioso, mitad gatito, mitad cordero. Es una herencia de mi padre. En mi poder se ha desarrollado del todo; antes era más cordero que gato. Ahora es mitad y mitad. Del gato tiene la cabeza y las uñas, del cordero el tamaño y la forma; de ambos los ojos, que son huraños y chispeantes, la piel suave y ajustada al cuerpo, los movimientos a la par saltarines y furtivos. Echado al sol, en el hueco de la ventana, se hace un ovillo y ronronea; en el campo corre como loco y nadie lo alcanza. Dispara de los gatos y quiere atacar a los corderos. En las noches de luna su paseo favorito es la canaleta del tejado. No sabe maullar y abomina de los ratones. Horas y horas pasa en acecho ante el gallinero, pero jamás ha cometido un asesinato.

..........Lo alimento a leche; es lo que le sienta mejor. A grandes tragos sorbe la leche entre sus dientes de animal de presa. Naturalmente es un gran espectáculo para los niños. La hora de visita es los domingos por la mañana. Me siento con el animal en las rodillas y me rodean todos los niños de la vecindad.

..........Se plantean entonces las más extraordinarias preguntas, que no puede contestar ningún ser humano: Por qué hay un animal así, por qué soy yo su poseedor y no otro, si antes ha habido un animal semejante y qué sucederá después de su muerte, si no se siente solo, por qué no tiene hijos, cómo se llama, etcétera. No me tomo el trabajo de contestar: me limito a exhibir mi propiedad, sin mayores explicaciones. A veces las criaturas traen gatos; una vez llegaron a traer dos corderos. Contra sus esperanzas no se produjeron escenas de reconocimiento. Los animales se miraron con mansedumbre desde sus ojos animales, y se aceptaron mutuamente como un hecho divino. En mis rodillas el animal ignora el temor y el impulso de perseguir. Acurrucado contra mí es como se siente mejor. Se apega a la familia que lo ha criado. Esa fidelidad no es extraordinaria: es el recto instinto de un animal, que aunque tiene en la tierra innumerables lazos políticos, no tiene uno solo consanguíneo, y para quien es sagrado el apoyo que ha encontrado en nosotros.

..........A veces tengo que reírme cuando resuella a mi alrededor, se me enreda entre las pierna y no quiere apartarse de mí. Como si no le bastara ser gato y cordero quiere también ser perro. Una vez -eso le acontece a cualquiera- yo no veía modo de salir de dificultades económicas, yo estaba por acabar con todo. Con esta idea me hamacaba en el sillón de mi cuarto, con el animal en las rodillas; se me ocurrió bajar los ojos y vi lágrimas que goteaban en sus grandes bigotes. ¿Eran suyas o mías? ¿Tiene este gato de alma de cordero el orgullo de un hombre? No he heredado mucho de mi padre, pero vale la pena cuidar este legado.

----------Tiene la inquietud de los dos, la del gato y la del cordero, aunque son muy distintas. Por eso le queda chico el pellejo. A veces salta al sillón, apoya las patas delanteras contra mi hombro y me acerca el hocico al oído. Es como si me hablara, y de hecho vuelve la cabeza y me mira deferente para observar el efecto de su comunicación. Para complacerlo hago como si lo hubiera entendido y muevo la cabeza. Salta entonces al suelo y brinca alrededor.

..........Tal vez la cuchilla del carnicero fuera la redención para este animal, pero él es una herencia y debo negársela. Por eso deberá esperar hasta que se le acabe el aliento, aunque a veces me mira con razonables ojos humanos, que me instigan al acto razonable.

EL BAÑO DEL CENTAURO

Luis G. Urbina

Chasquea el agua y salta el cristal hecho astillas,
y él se hunde; y sólo flotan, del potro encabritado
la escultural cabeza de crines amarillas
y el torso del jinete, moreno y musculado.

Remuévense las ondas mordiendo las orillas,
con estremecimiento convulso y agitado,
y el animal y el hombre comienzan un airado
combate, en actitudes heroicas y sencillas.

Una risueña ninfa de carne roja y dura,
cabello lacio y rostro primitivo, se baña;
las aguas, como un cíngulo, le ciñen la cintura;

y ella ve sin pudores... y le palpita el seno
con el afán de darse, voluptuosa y huraña,
a las rudas caricias del centauro moreno.

Se lee para conocer, para ensayar en otras vidas la nuestra; el oficio de lector, de lector aplicado y diligente obtiene frutos casi siempre íntimos, nos llena de prendas valiosísimas pero invisibles, ilumina el sendero oscuro que va de nuestro corazón a nuestra cabeza y en ocasiones, esa luz puede alumbrar el camino de los que están cerca. Es el tesoro más personal que podremos tener, difícilmente habremos de comunicar a los otros como opera el enredado sistema de nuestra predilección, las resonancias espirituales que un texto provoca en otro aunque sus temas o su tratamiento nos parezcan distantes, la maravilla impar que dos lectores obtienen de una misma línea. Así de delicado y sutil es el perfume de la lectura.

Mario Bojórquez
Alta traición
-antología de textos sobre vida civil-


ALTA TRAICIÓN

José Emilio Pacheco

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.

No me preguntes cómo pasa el tiempo


La muerte tiene permiso

Edmundo Valadés



Sobre el estrado, los ingenieros conversan, ríen. Se golpean unos a otros con bromas incisivas. Sueltan chistes gruesos cuyo clímax es siempre áspero. Poco a poco su atención se concentra en el auditorio. Dejan de recordar la última juerga, las intimidades de la muchacha que debutó en la casa de recreo a la que son asiduos. El tema de su charla son ahora esos hombres, ejidatarios congregados en una asamblea y que están ahí abajo, frente a ellos.

-Sí, debemos redimirlos. Hay que incorporarlos a nuestra civilización, limpiándolos por fuera y enseñándolos a ser sucios por dentro...

-Es usted un escéptico, ingeniero. Además, pone usted en tela de juicio nuestros esfuerzos, los de la Revolución.

-¡Bah! Todo es inútil. Estos jijos son irredimibles. Están podridos en alcohol, en ignorancia. De nada ha servido repartirles tierras.

-Usted es un superficial, un derrotista, compañero. Nosotros tenemos la culpa. Les hemos dado las tierras, ¿y qué? Estamos ya muy satisfechos. Y el crédito, los abonos, una nueva técnica agrícola, maquinaria, ¿van a inventar ellos todo eso?.

El presidente, mientras se atusa los enhiestos bigotes, acariciada asta por la que iza sus dedos con fruición, observa tras sus gafas, inmune al floreteo de los ingenieros. Cuando el olor animal, terrestre, picante, de quienes se acomodan en las bancas, cosquillea su olfato, saca un paliacate y se suena las narices ruidosamente. Él también fue hombre del campo. Pero hace ya mucho tiempo. Ahora, de aquello, la ciudad y su posición sólo le han dejado el pañuelo y la rugosidad de sus manos.

Los de abajo se sientan con solemnidad, con el recogimiento del hombre campesino que penetra en un recinto cerrado: la asamblea o el templo. Hablan parcamente y las palabras que cambian dicen de cosechas, de lluvias, de animales, de créditos. Muchos llevan sus itacates al hombro, cartucheras para combatir el hambre. Algunos fuman, sosegadamente, sin prisa, con los cigarrillos como si les hubieran crecido en la propia mano.

Otros, de pie, recargados en los muros laterales, con los brazos cruzados sobre el pecho, hacen una tranquila guardia.

El presidente agita la campanilla y su retintín diluye los murmullos. Primero empiezan los ingenieros. Hablan de los problemas agrarios, de la necesidad de incrementar la producción, de mejorar los cultivos. Prometen ayuda a los ejidatarios, los estimulan a plantear sus necesidades.

-Queremos ayudarlos, pueden confiar en nosotros.

Ahora, el turno es para los de abajo. El presidente los invita a exponer sus asuntos. Una mano se alza, tímida. Otras la siguen. Van hablando de sus cosas: el agua, el cacique, el crédito, la escuela. Unos son directos, precisos; otros se enredan, no atinan a expresarse. Se rascan la cabeza y vuelven el rostro a buscar lo que iban a decir, como si la idea se les hubiera escondido en algún rincón, en los ojos de un compañero o arriba, donde cuelga un candil.

Allí, en un grupo, hay cuchicheos. Son todos del mismo pueblo. Les preocupa algo grave. Se consultan unos a otros: consideran quién es el que debe tomar la palabra.

-Yo crioque Jilipe: sabe mucho...

-Ora, tú, Juan, tú hablaste aquella vez...

No hay unanimidad. Los aludidos esperan ser empujados. Un viejo, quizá el patriarca, decide:

-Pos que le toque a Sacramento...Sacramento espera.

-Ándale, levanta la mano...

La mano se alza, pero no la ve el presidente. Otras son más visibles y ganan el turno. Sacramento escudriña al viejo. Uno, muy joven, levanta la suya, bien alta. Sobre el bosque de hirsutas cabezas pueden verse los cinco dedos morenos, terrosos. La mano es descubierta por el presidente. La palabra está concedida.

-Órale, párate.

La mano baja cuando Sacramento se pone en pie. Trata de hallarle sitio al sombrero. El sombrero se transforma en un ancho estorbo, crece, no cabe en ningún lado. Sacramento se queda con él en las manos. En la mesa hay señales de impaciencia. La voz del presidente salta, autoritaria, conminativa:

-A ver ése que pidió la palabra, lo estamos esperando.

Sacramento prende sus ojos en el ingeniero que se halla a un extremo de la mesa. Parece que sólo va a dirigirse a él; que los demás han desaparecido y han quedado únicamente ellos dos en la sala.

-Quiero hablar por los de San Juan de las Manzanas. Traimos una quejacontra el Presidente Municipal que nos hace mucha guerra y ya no lo aguantamos. Primero les quitó sus tierritas a Felipe Pérez y a Juan Hernández, porque colindaban con las suyas. Telegrafiamos a México y ni nos contestaron. Hablamos los de la congregación y pensamos que era bueno ir al Agrario, pa la restitución. Pos de nada valieron las vueltas ni los papeles, que las tierritas se le quedaron al Presidente Municipal.

Sacramento habla sin que se alteren sus facciones. Pudiera creerse que reza una vieja oración, de la que sabe muy bien el principio y el fin.

-Pos nada, que como nos vio con rencor, nos acusó quesque por revoltosos. Que parecía que nosotros le habíamos quitado sus tierras. Se nos vino entonces con eso de las cuentas; lo de los préstamos, siñor, que dizque andábamos atrasados. Y el agente era de su mal parecer, que teníamos que pagar hartos intereses. Crescencio, el que vive por la loma, por ai donde está el aguaje y que le intelige a eso de los números, pos hizo las cuentas y no era verdá: nos querían cobrar de más. Pero el Presidente Municipal trajo unos señores de México, que con muchos poderes y que si no pagábamos nos quitaban las tierras. Pos como quien dice, nos cobró a la fuerza lo que no debíamos...

Sacramento habla sin énfasis, sin pausas premeditadas. Es como si estuviera arando la tierra. Sus palabras caen como granos, al sembrar.

-Pos luego lo de m'ijo, siñor. Se encorajinó el muchacho. Si viera usté que a mí me dio mala idea. Yo lo quise detener. Había tomado y se le enturbió la cabeza. De nada me valió mi respeto. Se fue a buscar al Presidente Municipal, pa reclamarle... Lo mataron a la mala, que dizque se andaba robando una vaca del Presidente Municipal. Me lo devolvieron difunto, con la cara destrozada...

La nuez de la garganta de Sacramento ha temblado. Sólo eso. Él continúa de pie, como un árbol que ha afianzado sus raíces. Nada más. Todavía clava su mirada en el ingeniero, el mismo que se halla al extremo de la mesa.

-Luego, lo del agua. Como hay poca, porque hubo malas lluvias, el Presidente Municipal cerró el canal. Y como se iban a secar las milpas y la congregación iba a pasar mal año, fuimos a buscarlo; que nos diera tantita agua, siñor, pa nuestras siembras. Y nos atendió con malas razones, que por nada se amuina con nosotros. No se bajó de su mula, pa perjudicarnos...

Una mano jala el brazo de Sacramento. Uno de sus compañeros le indica algo. La voz de Sacramento es lo único que resuena en el recinto.

-Si todo esto fuera poco, que lo del agua, gracias a la Virgencita, hubo más lluvias y medio salvamos las cosechas, está lo del sábado. Salió el Presidente Municipal con los suyos, que son gente mala y nos robaron dos muchachas: a Lupita, la que se iba a casar con Herminio, y a la hija de Crescencio. Como nos tomaron desprevenidos, que andábamos en la faena, no pudimos evitarlo. Se las llevaron a fuerza al monte y ai las dejaron tiradas. Cuando regresaron las muchachas, en muy malas condiciones, porque hasta de golpes les dieron, ni siquiera tuvimos que preguntar nada. Y se alborotó la gente de a deveras, que ya nos cansamos de estar a merced de tan mala autoridad.

Por primera vez, la voz de Sacramento vibró. En ella latió una amenaza, un odio, una decisión ominosa.

-Y como nadie nos hace caso, que a todas las autoridades hemos visto y pos no sabemos dónde andará la justicia, queremos tomar aquí providencias. A ustedes -y Sacramento recorrió ahora a cada ingeniero con la mirada y la detuvo ante quien presidía-, que nos prometen ayudarnos, les pedimos su gracia para castigar al Presidente Municipal de San Juan de las Manzanas. Solicitamos su venia para hacernos justicia por nuestra propia mano...

Todos los ojos auscultan a los que están en el estrado. El presidente y los ingenieros, mudos, se miran entre sí. Discuten al fin.

-Es absurdo, no podemos sancionar esta inconcebible petición.

-No, compañero, no es absurda. Absurdo sería dejar este asunto en manos de quienes no han hecho nada, de quienes han desoído esas voces. Sería cobardía esperar a que nuestra justicia hiciera justicia, ellos ya no creerán nunca más en nosotros. Prefiero solidarizarme con estos hombres, con su justicia primitiva, pero justicia al fin; asumir con ellos la responsabilidad que me toque. Por mí, no nos queda sino concederles lo que piden.

-Pero somos civilizados, tenemos instituciones; no podemos hacerlas a un lado.

-Sería justificar la barbarie, los actos fuera de la ley.

-¿Y qué peores actos fuera de la ley que los que ellos denuncian? Si a nosotros nos hubieran ofendido como los han ofendido a ellos; si a nosotros nos hubieran causado menos daños que los que les han hecho padecer, ya hubiéramos matado, ya hubiéramos olvidado una justicia que no interviene. Yo exijo que se someta a votación la propuesta.

-Yo pienso como usted, compañero.

-Pero estos tipos son muy ladinos, habría que averiguar la verdad. Además, no tenemos autoridad para conceder una petición como ésta.

Ahora interviene el presidente. Surge en él el hombre del campo. Su voz es inapelable.

Será la asamblea la que decida. Yo asumo la responsabilidad.

Se dirige al auditorio. Su voz es una voz campesina, la misma voz que debe haber hablado allá en el monte, confundida con la tierra, con los suyos.

Se pone a votación la proposición de los compañeros de San Juan de las Manzanas. Los que estén de acuerdo en que se les dé permiso para matar al Presidente Municipal, que levanten la mano...

Todos los brazos se tienden a lo alto. También las de los ingenieros. No hay una sola mano que no esté arriba, categóricamente aprobando. Cada dedo señala la muerte inmediata, directa.

-La asamblea da permiso a los de San Juan de las Manzanas para lo que solicitan.

Sacramento, que ha permanecido en pie, con calma, termina de hablar. No hay alegría ni dolor en lo que dice. Su expresión es sencilla, simple.

-Pos muchas gracias por el permiso, porque como nadie nos hacía caso, desde ayer el Presidente Municipal de San Juan de las Manzanas está difunto.

La muerte tiene permiso



Canción mexicana

Octavio Paz

Mi abuelo, al tomar el café
me hablaba de Juárez y de Porfirio,
los suavos y los plateados.
Y el mantel olía a pólvora.

Mi padre, al tomar la copa,
me hablaba de Zapata y de Villa,
Soto y Gama y los Flores Magón.
Y el mantel olía a pólvora.

Yo me quedo callado:
¿de quién podría hablar?


Se lee para conocer, para ensayar en otras vidas la nuestra; el oficio de lector, de lector aplicado y diligente obtiene frutos casi siempre íntimos, nos llena de prendas valiosísimas pero invisibles, ilumina el sendero oscuro que va de nuestro corazón a nuestra cabeza y en ocasiones, esa luz puede alumbrar el camino de los que están cerca. Es el tesoro más personal que podremos tener, difícilmente habremos de comunicar a los otros como opera el enredado sistema de nuestra predilección, las resonancias espirituales que un texto provoca en otro aunque sus temas o su tratamiento nos parezcan distantes, la maravilla impar que dos lectores obtienen de una misma línea. Así de delicado y sutil es el perfume de la lectura.

Mario Bojórquez
El Grafógrafo
-antología de textos sobre metaescritura-



El grafógrafo

Salvador Elizondo

a Octavio Paz

Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo.

El Grafógrafo

Canción Cubana

Guillermo Cabrera Infante

!ay José así no se puede!
!ay José así no sé!
!ay José así no!
!ay José así!
!ay José!
!ay!


Exorcismos de Esti(l)o


Violante

Lope de Vega

Un soneto me manda hacer Violante,
que en mi vida me he visto en tal aprieto;
catorce versos dicen que es soneto:
burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallara consonante
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

Por el primer terceto voy entrando
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.


Se lee para conocer, para ensayar en otras vidas la nuestra; el oficio de lector, de lector aplicado y diligente obtiene frutos casi siempre íntimos, nos llena de prendas valiosísimas pero invisibles, ilumina el sendero oscuro que va de nuestro corazón a nuestra cabeza y en ocasiones, esa luz puede alumbrar el camino de los que están cerca. Es el tesoro más personal que podremos tener, difícilmente habremos de comunicar a los otros como opera el enredado sistema de nuestra predilección, las resonancias espirituales que un texto provoca en otro aunque sus temas o su tratamiento nos parezcan distantes, la maravilla impar que dos lectores obtienen de una misma línea. Así de delicado y sutil es el perfume de la lectura.

Mario Bojórquez
El libro de buen amor
-antología de textos sobre el amor-


Prosigue el mismo asunto y determina
que prevalezca la razón contra el gusto


Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata
y mato a quien me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo:
de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo por mejor partido escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que de quien no me quiere, vil despojo.

Sor Juana Inés de la Cruz


PRISMA

Manuel Maples Arce

Yo soy un punto muerto en medio de la hora,
equidistante al grito náufrago de una estrella.
Un parque de manubrio se engarrota en la sombra,
y la luna sin cuerda
me oprime en las vidrieras.
Margaritas de oro
deshojadas al viento.
La ciudad insurrecta de anuncios luminosos
flota en los almanaques,
y allá de tarde en tarde,
por la calle planchada se desangra un eléctrico.

El insomnio, lo mismo que una enredadera,
se abraza a los andamios sinoples del telégrafo,
y mientras que los ruidos descerrajan las puertas,
la noche ha enflaquecido lamiendo su recuerdo.

El silencio amarillo suena sobre mis ojos.
Prismal, diáfana mía, para sentirlo todo!

Yo departí sus manos,
pero en aquella hora
gris de las estaciones,
sus palabras mojadas se me echaron al cuello,
y una locomotora
sedienta de kilómetros la arrancó de mis brazos.

Hoy suenan sus palabras más heladas que nunca.
Y la locura de Edison a manos de lluvia!

El cielo es un obstáculo para el hotel inverso
refractado en las lunas sombrías de los espejos;
los violines se suben como la champaña,
y mientras las orejas sondean la madrugada,
el invierno huesoso tirita en los percheros.
Mis nervios se derraman.

La estrella del recuerdo

naufragaba en el agua
del silencio.
Tú y yo

Coincidimos

en la noche terrible,

meditación temática
deshojada en jardines.

Locomotoras, gritos,
arsenales, telégrafos.

El amor y la vida
son hoy sindicalistas,

y todo se dilata en círculos concéntricos.

Andamios Interiores


RECINTO

Carlos Pellicer

Que se cierre esa puerta
que no me deja estar a solas con tus besos.
Que se cierre esa puerta
por donde campos, sol y rosas quieren vernos.
Esa puerta por donde
la cal azul de los pilares entra
a mirar como niños maliciosos
la timidez de nuestras dos caricias
que no se dan porque la puerta, abierta...

Por razones serenas
pasamos largo tiempo a puerta abierta.
Y arriesgado es besarse
y oprimirse las manos, ni siquiera
mirarse demasiado, ni siquiera
callar en buena lid...

Pero en la noche
la puerta se echa encima de sí misma
y se cierra tan ciega y claramente,
que nos sentimos ya, tú y yo, en campo abierto
escogiendo caricias como joyas
ocultas en noches con jardines
puestos en las rodillas de los montes,
pero solos, tú y yo.

La mórbida penumbra
enlaza nuestros cuerpos y saquea
mi ternura tesoro,
la fuerza de mis brazos que te agobian
tan dulcemente, el gran beso insaciable
que se bebe a sí mismo
y en su espacio redime
lo pequeño de ilímites distancias...

Dichosa puerta que nos acompañas,
cerrada, en nuestra dicha. Tu obstrucción
es la liberación destas dos cárceles;
la escapatoria de las dos pisadas
idénticas que saltan a la nube
de la que se regresa en la mañana.

Recinto


Se lee para conocer, para ensayar en otras vidas la nuestra; el oficio de lector, de lector aplicado y diligente obtiene frutos casi siempre íntimos, nos llena de prendas valiosísimas pero invisibles, ilumina el sendero oscuro que va de nuestro corazón a nuestra cabeza y en ocasiones, esa luz puede alumbrar el camino de los que están cerca. Es el tesoro más personal que podremos tener, difícilmente habremos de comunicar a los otros como opera el enredado sistema de nuestra predilección, las resonancias espirituales que un texto provoca en otro aunque sus temas o su tratamiento nos parezcan distantes, la maravilla impar que dos lectores obtienen de una misma línea. Así de delicado y sutil es el perfume de la lectura.

Mario Bojórquez
Uña de Gato
-antología de textos sobre felinos-


EL TIGRE

Eduardo Lizalde

Hay un tigre en la casa
que desgarra por dentro al que lo mira.
Y sólo tiene zarpas para el que lo espía,
y sólo puede herir por dentro,
y es enorme:
más largo y más pesado
que otros gatos gordos
y carniceros pestíferos
de su especie,
y pierde la cabeza con facilidad,
huele la sangre aun a través del vidrio,
percibe el miedo desde la cocina
y a pesar de las puertas más robustas.

Suele crecer de noche:
coloca su cabeza de tiranosaurio
en una cama
y el hocico le cuelga
más allá de las colchas.
Su lomo, entonces, se aprieta en el pasillo,
de muro a muro,
y sólo alcanzo el baño a rastras, contra el techo,
como a través de un túnel
de lodo y miel.
No miro nunca la colmena solar,
los renegridos panales del crimen
de sus ojos,
los crisoles de saliva emponzoñada
de sus fauces.

Ni siquiera lo huelo,
para que no me mate.
Pero sé claramente
que hay un inmenso tigre encerrado
en todo esto.

El tigre en la casa


Soneto 64

Enrique Banchs


Tornasolando el flanco a su sinuoso
paso va el tigre suave como un verso
y la ferocidad pule cual terso
topacio el ojo seco y vigoroso.


Y despereza el músculo alevoso
de los ijares, lánguido y perverso
y se recuesta lento en el disperso
otoño de las hojas. El reposo...


El reposo en la selva silenciosa.
La testa chata entre las garras finas
y el ojo fijo, impávido custodio.


Espía mientras bate con nerviosa
cola el haz de las férulas vecinas,
en reprimido acecho... así es mi odio.

La urna


EL OTRO TIGRE

Jorge Luis Borges


And the craft createth a semblance.
Morris: Sigurd the Volsung (1876)


Pienso en un tigre. La penumbra exalta
La vasta Biblioteca laboriosa
Y parece alejar los anaqueles;
Fuerte, inocente, ensangrentado y nuevo,
él irá por su selva y su mañana
Y marcará su rastro en la limosa
Margen de un río cuyo nombre ignora
(En su mundo no hay nombres ni pasado
Ni porvenir, sólo un instante cierto.)
Y salvará las bárbaras distancias
Y husmeará en el trenzado laberinto
De los olores el olor del alba
Y el olor deleitable del venado;
Entre las rayas del bambú descifro,
Sus rayas y presiento la osatura
Baja la piel espléndida que vibra.
En vano se interponen los convexos
Mares y los desiertos del planeta;
Desde esta casa de un remoto puerto
De América del Sur, te sigo y sueño,
Oh tigre de las márgenes del Ganges.

Cunde la tarde en mi alma y reflexiono
Que el tigre vocativo de mi verso
Es un tigre de símbolos y sombras,
Una serie de tropos literarios
Y de memorias de la enciclopedia
Y no el tigre fatal, la aciaga joya
Que, bajo el sol o la diversa luna,
Va cumpliendo en Sumatra o en Bengala
Su rutina de amor, de ocio y de muerte.
Al tigre de los simbolos he opuesto
El verdadero, el de caliente sangre,
El que diezma la tribu de los búfalos
Y hoy, 3 de agosto del 59,
Alarga en la pradera una pausada
Sombra, pero ya el hecho de nombrarlo
Y de conjeturar su circunstancia
Lo hace ficción del arte y no criatura
Viviente de las que andan por la tierra.

Un tercer tigre buscaremos. Éste
Será como los otros una forma
De mi sueño, un sistema de palabras
Humanas y no el tigre vertebrado
Que, más allá de las mitologías,
Pisa la tierra. Bien lo sé, pero algo
Me impone esta aventura indefinida,
Insensata y antigua, y persevero
En buscar por el tiempo de la tarde
El otro tigre, el que no está en el verso.

El Hacedor

Se lee para conocer, para ensayar en otras vidas la nuestra; el oficio de lector, de lector aplicado y diligente obtiene frutos casi siempre íntimos, nos llena de prendas valiosísimas pero invisibles, ilumina el sendero oscuro que va de nuestro corazón a nuestra cabeza y en ocasiones, esa luz puede alumbrar el camino de los que están cerca. Es el tesoro más personal que podremos tener, difícilmente habremos de comunicar a los otros como opera el enredado sistema de nuestra predilección, las resonancias espirituales que un texto provoca en otro aunque sus temas o su tratamiento nos parezcan distantes, la maravilla impar que dos lectores obtienen de una misma línea. Así de delicado y sutil es el perfume de la lectura.

Mario Bojórquez
Para Leerse Moviendo los labios
-antología de textos de Julio Cortázar-


No se culpe a nadie

El frío complica siempre las cosas, en verano se está tan cerca del mundo, tan piel contra piel, pero ahora a las seis y media su mujer lo espera en una tienda para elegir un regalo de casamiento, ya es tarde y se da cuenta de que hace fresco, hay que ponerse el pulóver azul, cualquier cosa que vaya bien con el traje gris, el otoño es un ponerse y sacarse pulóveres, irse encerrando, alejando. Sin ganas silba un tango mientras se aparta de la ventana abierta, busca el pulóver en el armario y empieza a ponérselo delante del espejo. No es fácil, a lo mejor por culpa de la camisa que se adhiere a la lana del pulóver, pero le cuesta hacer pasar el brazo, poco a poco va avanzando la mano hasta que al fin asoma un dedo fuera del puño de lana azul, pero a la luz del atardecer el dedo tiene un aire como de arrugado y metido para adentro, con una uña negra terminada en punta. De un tirón se arranca la manga del pulóver y se mira la mano como si no fuese suya, pero ahora que está fuera del pulóver se ve que es su mano de siempre y él la deja caer al extremo del brazo flojo y se le ocurre que lo mejor será meter el otro brazo en la otra manga a ver si así resulta más sencillo. Parecería que no lo es porque apenas la lana del pulóver se ha pegado otra vez a la tela de la camisa, la falta de costumbre de empezar por la otra manga dificulta todavía más la operación, y aunque se ha puesto a silbar de nuevo para distraerse siente que la mano avanza apenas y que sin alguna maniobra complementaria no conseguirá hacerla llegar nunca a la salida. Mejor todo al mismo tiempo, agachar la cabeza para calzarla a la altura del cuello del pulóver a la vez que mete el brazo libre en la otra manga enderezándola y tirando simultáneamente con los dos brazos y el cuello. En la repentina penumbra azul que lo envuelve parece absurdo seguir silbando, empieza a sentir como un calor en la cara aunque parte de la cabeza ya debería estar afuera, pero la frente y toda la cara siguen cubiertas y las manos andan apenas por la mitad de las mangas, por más que tira nada sale afuera y ahora se le ocurre pensar que a lo mejor se ha equivocado en esa especie de cólera irónica con que reanudó la tarea, y que ha hecho la tontería de meter la cabeza en una de las mangas y una mano en el cuello del pulóver. Si fuese así su mano tendría que salir fácilmente, pero aunque tira con todas sus fuerzas no logra hacer avanzar ninguna de las dos manos aunque en cambio parecería que la cabeza está a punto de abrirse paso porque la lana azul le aprieta ahora con una fuerza casi irritante la nariz y la boca, lo sofoca más de lo que hubiera podido imaginarse, obligándolo a respirar profundamente mientras la lana se va humedeciendo contra la boca, probablemente desteñirá y le manchará la cara de azul. Por suerte en ese mismo momento su mano derecha asoma al aire, al frío de afuera, por lo menos ya hay una afuera aunque la otra siga apresada en la manga, quizá era cierto que su mano derecha estaba metida en el cuello del pulóver, por eso lo que él creía el cuello le está apretando de esa manera la cara, sofocándolo cada vez más, y en cambio la mano ha podido salir fácilmente. De todos modos y para estar seguro lo único que puede hacer es seguir abriéndose paso, respirando a fondo y dejando escapar el aire poco a poco, aunque sea absurdo porque nada le impide respirar perfectamente salvo que el aire que traga está mezclado con pelusas de lana del cuello o de la manga del pulóver, y además hay el gusto del pulóver, ese gusto azul de la lana que le debe estar manchando la cara ahora que la humedad del aliento se mezcla cada vez más con la lana, y aunque no puede verlo porque si abre los ojos las pestañas tropiezan dolorosamente con la lana, está seguro de que el azul le va envolviendo la boca mojada, los agujeros de la nariz, le gana las mejillas, y todo eso lo va llenando de ansiedad y quisiera terminar de ponerse de una vez el pulóver sin contar que debe ser tarde y su mujer estará impacientándose en la puerta de la tienda. Se dice que lo más sensato es concentrar la atención en su mano derecha, porque esa mano por fuera del pulóver está en contacto con el aire frío de la habitación, es como un anuncio de que ya falta poco y además puede ayudarlo, ir subiendo por la espalda hasta aferrar el borde inferior del pulóver con ese movimiento clásico que ayuda a ponerse cualquier pulóver tirando enérgicamente hacia abajo. Lo malo es que aunque la mano palpa la espalda buscando el borde de lana, parecería que el pulóver ha quedado completamente arrollado cerca del cuello y lo único que encuentra la mano es la camisa cada vez más arrugada y hasta salida en parte del pantalón, y de poco sirve traer la mano y querer tirar de la delantera del pulóver porque sobre el pecho no se siente más que la camisa, el pulóver debe haber pasado apenas por los hombros y estará ahí arrollado y tenso como si él tuviera los hombros demasiado anchos para ese pulóver, lo que en definitiva prueba que realmente se ha equivocado y ha metido una mano en el cuello y la otra en una manga, con lo cual la distancia que va del cuello a una de las mangas es exactamente la mitad de la que va de una manga a otra, y eso explica que él tenga la cabeza un poco ladeada a la izquierda, del lado donde la mano sigue prisionera en la manga, si es la manga, y que en cambio su mano derecha que ya está afuera se mueva con toda libertad en el aire aunque no consiga hacer bajar el pulóver que sigue como arrollado en lo alto de su cuerpo. Irónicamente se le ocurre que si hubiera una silla cerca podría descansar y respirar mejor hasta ponerse del todo el pulóver, pero ha perdido la orientación después de haber girado tantas veces con esa especie de gimnasia eufórica que inicia siempre la colocación de una prenda de ropa y que tiene algo de paso de baile disimulado, que nadie puede reprochar porque responde a una finalidad utilitaria y no a culpables tendencias coreográficas. En el fondo la verdadera solución sería sacarse el pulóver puesto que no ha podido ponérselo, y comprobar la entrada correcta de cada mano en las mangas y de la cabeza en el cuello, pero la mano derecha desordenadamente sigue yendo y viniendo como si ya fuera ridículo renunciar a esa altura de las cosas, y en algún momento hasta obedece y sube a la altura de la cabeza y tira hacia arriba sin que él comprenda a tiempo que el pulóver se le ha pegado en la cara con esa gomosidad húmeda del aliento mezclado con el azul de la lana, y cuando la mano tira hacia arriba es un dolor como si le desgarraran las orejas y quisieran arrancarle las pestañas. Entonces más despacio, entonces hay que utilizar la mano metida en la manga izquierda, si es la manga y no el cuello, y para eso con la mano derecha ayudar a la mano izquierda para que pueda avanzar por la manga o retroceder y zafarse, aunque es casi imposible coordinar los movimientos de las dos manos, como si la mano izquierda fuese una rata metida en una jaula y desde afuera otra rata quisiera ayudarla a escaparse, a menos que en vez de ayudarla la esté mordiendo porque de golpe le duele la mano prisionera y a la vez la otra mano se hinca con todas sus fuerzas en eso que debe ser su mano y que le duele, le duele a tal punto que renuncia a quitarse el pulóver, prefiere intentar un último esfuerzo para sacar la cabeza fuera del cuello y la rata izquierda fuera de la jaula y lo intenta luchando con todo el cuerpo, echándose hacia adelante y hacia atrás, girando en medio de la habitación, si es que está en el medio porque ahora alcanza a pensar que la ventana ha quedado abierta y que es peligroso seguir girando a ciegas, prefiere detenerse aunque su mano derecha siga yendo y viniendo sin ocuparse del pulóver, aunque su mano izquierda le duela cada vez más como si tuviera los dedos mordidos o quemados, y sin embargo esa mano le obedece, contrayendo poco a poco los dedos lacerados alcanza a aferrar a través de la manga el borde del pulóver arrollado en el hombro, tira hacia abajo casi sin fuerza, le duele demasiado y haría falta que la mano derecha ayudara en vez de trepar o bajar inútilmente por las piernas, en vez de pellizcarle el muslo como lo está haciendo, arañándolo y pellizcándolo a través de la ropa sin que pueda impedírselo porque toda su voluntad acaba en la mano izquierda, quizá ha caído de rodillas y se siente como colgado de la mano izquierda que tira una vez más del pulóver y de golpe es el frío en las cejas y en la frente, en los ojos, absurdamente no quiere abrir los ojos pero sabe que ha salido fuera, esa materia fría, esa delicia es el aire libre, y no quiere abrir los ojos y espera un segundo, dos segundos, se deja vivir en un tiempo frío y diferente, el tiempo de fuera del pulóver, está de rodillas y es hermoso estar así hasta que poco a poco agradecidamente entreabre los ojos libres de la baba azul de la lana de adentro, entreabre los ojos y ve las cinco uñas negras suspendidas apuntando a sus ojos, vibrando en el aire antes de saltar contra sus ojos, y tiene el tiempo de bajar los párpados y echarse atrás cubriéndose con la mano izquierda que es su mano, que es todo lo que le queda para que lo defienda desde dentro de la manga, para que tire hacia arriba el cuello del pulóver y la baba azul le envuelva otra vez la cara mientras se endereza para huir a otra parte, para llegar por fin a alguna parte sin mano y sin pulóver, donde solamente haya un aire fragoroso que lo envuelva y lo acompañe y lo acaricie y doce pisos.

Final del juego


Patio de tarde

A Toby le gusta ver pasar a la muchacha rubia por el patio. Levanta la cabeza y remueve un poco la cola, pero después se queda muy quieto, siguiendo con los ojos la fina sombra que a su vez va siguiendo a la muchacha rubia por las baldosas del patio. En la habitación hace fresco, y Toby detesta el sol de la siesta; ni siquiera le gusta que la gente ande levantada a esa hora, y la única excepción es la muchacha rubia. Para Toby la muchacha rubia puede hacer lo que se le antoje. Remueve otra vez la cola, satisfecho de haberla visto, y suspira. Es simplemente feliz, la muchacha rubia ha pasado por el patio, él la ha visto un instante, ha seguido con sus grandes ojos avellana la sombra en las baldosas. Tal vez la muchacha rubia vuelva a pasar. Toby suspira de nuevo, sacude un momento la cabeza como para espantar una mosca, mete el pincel en el tarro, y sigue aplicando la cola a la madera terciada.


Último Round



Capítulo 68

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpaso en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

Rayuela

Se lee para conocer, para ensayar en otras vidas la nuestra; el oficio de lector, de lector aplicado y diligente obtiene frutos casi siempre íntimos, nos llena de prendas valiosísimas pero invisibles, ilumina el sendero oscuro que va de nuestro corazón a nuestra cabeza y en ocasiones, esa luz puede alumbrar el camino de los que están cerca. Es el tesoro más personal que podremos tener, difícilmente habremos de comunicar a los otros como opera el enredado sistema de nuestra predilección, las resonancias espirituales que un texto provoca en otro aunque sus temas o su tratamiento nos parezcan distantes, la maravilla impar que dos lectores obtienen de una misma línea. Así de delicado y sutil es el perfume de la lectura.

Mario Bojórquez
Epílogo

Poesía y tradición: registrar el paso del tiempo

El propósito de recoger flores y atarlas en un ramo, ya para regalar con su aroma y variedad, ya para alegrar en su colorida composición a la vista, ha sido costumbre antigua que aún se conserva; el enamorado reúne en sentido figurado, aquellas prendas que habrán de ser obsequio de su más alta consideración, y, atadas por fuerte cuenda sugerirán a quien objeto sea de tal manifestación, la seguridad de los afectos y la indeclinable voluntad de expresar así su entrega. De igual modo en la poesía, el reunir diversas composiciones de distintos autores o épocas con el objeto de mostrar y compartir el tesoro de nuestras preferencias en torno a un tema, un estilo o una lengua, se le ha llamado desde la antigüedad recoger flores, lo que la voz griega antología quiere decir. Aunque el propósito inicial haya sido el de preparar un ramo que por sí mismo pueda dar idea del jardín de donde ha sido tomado, la elección de sus componentes, el número, la variedad y sobre todo el efecto final de conjunto es lo que dará virtud de afortunado o feliz al ejercicio. Se entenderá por tanto, que cuanto más cultivado esté el jardín de donde provienen los elementos de la composición mejores habrán de ser las muestras de su cosecha.

Ponemos en las manos del lector una selección de la poesía mexicana aparecida en revistas y periódicos durante el año 2004, la variedad de estilos, temáticas y estéticas, dibujará en perspectiva un mapa de la lírica mexicana actual; veremos aquí las propuestas más atrevidas así como la confirmación de nuestras tradiciones literarias más fecundas; los autores considerados para este retrato incluyen todas las generaciones publicadas a partir de la mitad del siglo XX hasta nuestros días; el ánimo de la selección corresponde más a la filiación del gusto que a la de reflejar una determinada disposición crítica o temática, se trata de una antología de poemas, antes que de una antología de poetas.

Para su conformación se consultaron todas cuantas revistas y suplementos llegaron a nuestras manos, registrándose la lectura de más de noventa publicaciones de todo el país cuyo archivo inicial recopilaba más de dos mil quinientos poemas y de los cuales se seleccionaron en una primera fase cerca de cien autores. La notable inclusión de este género en las publicaciones periódicas de nuestro país nos habla de la salud de la poesía mexicana actual a pesar de los muchos malos augurios que continuamente escuchamos en cafés y mesas redondas; en esta muestra se encontrarán poemas publicados en revistas de gran prestigio lo mismo que aquellos que han sido impresos en un primer número de una revista; reconoceremos aquellas presencias fijadas ya por el azar del gusto, así mismo como ausencias que brillan al decir de Tácito; las calidades serán valoradas por el lector, a nosotros nos parece que aquí se reúnen obras cuyo pulimento se encuentra en estado de perfección, como también voces que emergen por primera vez pero cuyas sonoridades prefiguran un destino remarcable para nuestras letras.

La pluralidad de voces será, sin duda, la característica peculiar de este ejercicio: reconocemos que aún predomina el uso del verso frente a la prosa; que la participación de las voces femeninas adquiere una mayor presencia en el ámbito nacional; que es importante observar que la poesía en lenguas indígenas ha logrado un espacio cada vez mayor en los canales de difusión así como diversos apoyos fundamentales para su promoción; que los jóvenes poetas continúan generando proyectos editoriales en torno a los cuales se reúnen visiones, grupos o inclinaciones estéticas específicas, así como también se enfrentan y se combaten nociones de nuestra tradición que a veces se antojan incompatibles.

Entre los materiales recopilados en este volumen se encuentran algunos poemas inéditos o al menos no recogidos en libros de autores mexicanos ya desaparecidos, la exhumación de un texto de Gilberto Owen o la republicación de un poema de Rosario Castellanos, son felicísimas coincidencias que se han dado en este periodo; la recuperación de Consejos de 1 discípulo de Marx para 1 fanático de Heidegger de Mario Santiago Papasquiaro, nos permite reconocer una visión particular e importantísima de la poesía mexicana de entre siglos; su postura ideológica y estética resuena hoy en los intereses de nuevas generaciones de autores que se han dado la oportunidad de releerlo a la luz de su renacimiento en la ficción como el Ulises Lima de Los detectives salvajes de Roberto Bolaños. Agradecemos a Rebeca López su amable disposición para que este poema fuera incorporado a estas páginas.

Una de las dificultades mayores que enfrentamos en este proyecto fue la de localizar y confrontar con ayuda de los autores sus originales con la versión finalmente publicada en cada revista o periódico, agradecemos la colaboración que obtuvimos de ellos la cual nos ayudó a fijar las versiones definitivas de cada texto. Queremos hacer mención de la invaluable ayuda que recibimos de instituciones y personas para la consecución del proyecto, a Patricia Goenaga de la Fundación para las Letras Mexicanas que nos proporcionó algunos datos de localización de los autores, a María Guadalupe Ramírez de la Biblioteca de México y a su director el maestro Eduardo Lizalde, y en especial a Jorge Peláez por su colaboración en la recopilación de materiales. Me reconozco feliz participante de esta idea que revitaliza la tradición de registrar el paso del tiempo a través de sus mejores obras.

Se lee para conocer, para ensayar en otras vidas la nuestra; el oficio de lector, de lector aplicado y diligente obtiene frutos casi siempre íntimos, nos llena de prendas valiosísimas pero invisibles, ilumina el sendero oscuro que va de nuestro corazón a nuestra cabeza y en ocasiones, esa luz puede alumbrar el camino de los que están cerca. Es el tesoro más personal que podremos tener, difícilmente habremos de comunicar a los otros como opera el enredado sistema de nuestra predilección, las resonancias espirituales que un texto provoca en otro aunque sus temas o su tratamiento nos parezcan distantes, la maravilla impar que dos lectores obtienen de una misma línea. Así de delicado y sutil es el perfume de la lectura.

Mario Bojórquez

sábado, 1 de marzo de 2008

NOTA PRELIMINAR


La preocupación de Eudomóndaro Higuera alias El Tuerto, de que su obra fuera comprendida como una totalidad conformada a través de innumerables rasgos y detalles, pero la cual aborda de manera profunda el grave espectro de la Literatura Contemporánea me exige como un humilde compilador de una parte de su vasta y conspicua obra, ir de la mano del poeta allanando el camino de sus lectores a través de breves y sucintos escolios que aporten mayor claridad a algunos aspectos oscuros de su obra, o bien demasiado luminosos.

Cada poema de Eudomóndaro Higuera impele una aventura del pensamiento y de la lengua, su concisión, la vasta evocación del instante, se reproduce en su verso límpido y preciso. Como buen transmisor de la tradición española, vemos en su literatura la vertiginosa síntesis conceptual de un Quevedo, así como la barroca exploración del lenguaje de un Góngora. Eudomóndaro surca las aguas de la tradición con los vientos favorables de la reflexión y el detenido análisis de sus herramientas: tropos, figuras de pensamiento y de palabra, entronizan su efectividad en un verso sonoro y resplandeciente, donde las formas estróficas, no son un impedimento para su afan aleccionador y humanístico.

El soneto, la décima, el cosante son formas que Eudomóndaro hace suyas con gran maestría; su búsqueda de voces en la conformación de la lengua española lo llevan a abrevar en la tradición galaico-portuguesa, sefardí, árabe y hebrea; las canciones de vela y de amigo, las jarchas y el zéjel son el vehículo vinculador en estas coordenadas del espectro hispanohablante.

Su conocimiento profundo de la versificación cuantitativa o clásica lo llevan a interiorizarse en sus poemas con los ritmos clásicos griegos y latinos, como haría también Rubén Darío y más allá Juan Segundo en sus Basia. El dáctilo, el anfíbraco, el troqueo y el yambo son conocimientos que utilizan sus versos para ofrecer un perfil de la riqueza de nuestro idioma y sus raíces más complejas.

Hemos dicho hasta aquí que Eudomóndaro es un autor preocupado por la recuperación de la tradición española a través de su literatura; pero no sólo esto conmovió a nuestro autor, sus intentos por descifrar el misterio de la poesía lo llevaron a ingresar en el estudio de las lenguas indoeuropeas y a establecer modelos lingüísticos que después con el lingüista Hjemslev tomarían cuerpo en la teoría glosemática. Frecuencias de palabras, de sonidos, de vocales y consonantes sirvieron para que Eudomóndaro explorara el vasto territorio de la fonología, sus poemas en F y en P fueron la instancia elocuente de este sistema.

A partir de la introducción de un rasgo característico de todas las lenguas: la jerigonza, abre la posibilidad de sistemas lingüísticos empíricos como es el cuti, el vesre, el SUFAMELICO. Esta intuición, de buscar en la jerigonza una explicación a la creación literaria se verá recuperada posteriormente por Noam Chomsky en su teoría del Generativismo.

En el plano puramente literario esos experimentos rindieron frutos años después en lo que se llamaría la poesía concreta capitaneada por el poeta brasileño Haroldo de Campos.

Sus relaciones con poetas vinculados con el surrealismo como Magloire Saint-Aude, de Haití acercaron a Eudomóndaro al automatismo psíquico, al que dejó por su contraparte conciente del proceso creador que le interesaba mucho más.

En la poesía de Eudomóndaro encontramos los temas más ecuménicos de la épica y la lírica sinaloense: el amor, la bebida, la muerte son un sólo desgarrador a lo largo de su obra; cantar el sabor de su pueblo y vivir plenamente su clima y su geografía es la simbiosis aleccionadora que nos deja como legado.

En su poesía vemos transitar las especulaciones metafísicas y formales, así como la experimentación a veces caótica, pero nunca inocua; Eudomóndaro es el primer escritor sinaloense que merece discutirse en la mesa de los poetas jóvenes. La revisión de su obra no es, no será nunca, el descarado placer paleográfico o archivonómico; la comprensión de esta poesía abrirá caminos innominables en la lírica de nuestra joven tierra.

Quiero dejar aquí una noticia breve sobre los textos presentados en esta modesta colección; de nadie es desconocido que nuestros mejores poetas han regado su obra por donde han pasado; así en innúmeras cartas, recados y papeles varios conservados por mi familia he encontrado la mayor parte de este material, seguro estoy que en muchas de nuestras casas perduran al fondo de un baúl o en un ropero originales del Guacho Felix, Jesús G. Andrade, el Güero Astengo, Rafael Buelna, Gilberto Owen y otros; invito a los felices poseedores de tan valioso legado a que lo compartan con otros sinaloenses igualmente interesados en la historia de nuestras letras.

Por último quisiera dedicar mi trabajo de compilador con infinito respeto a mi antecesor en este campo: Don José María Figueroa Díaz, hasta ahora el primero y más grande conocedor y difusor de la obra de Don Eudomóndaro Higuera alias El Tuerto; quiero decirle desde aquí que siempre, en todo momento, su ejemplo luminoso me acompañó en tan importante empresa. Espero no haber sido indigno de tan alto compromiso y que mi trabajo encuentre eco en su benevolencia e hidalguía.



MARIO BOJÓRQUEZ
From Contradanza de pie y de barro

There is a wind blowing
flowery moods
atmosphere of terror
a quaking where the nerves
of water tremble.
There is a breath in the wind
in which reside fruit
ripe with innocence.
There is a wind blowing
alive between fingers
a bonfire dense
whit the sound of thunder.
There is a breath in the wind
calling to clay, the wave
that rises and falls,
to kiss its edge.
There is a breath and a wind
detached from the air
they search among things
for their true names.

*************

Clay is a thing
an earthly object
mere matter, flux
that thinks not, feels not.
Clay is an element
sustenance without essence
an adulterous mix, no more,
of water and earth.

***********

The foot has no name
is an active organ
with neither body nor will
it’s the foot that sustains
a vast edifice
of countless textures.
The foot is only a part
a particle of dust
of no apparent worth.


Translation by Joan Lindgren
Note to the firs edition of Free Birds

In the universe of words, there live those birds of fortune: poems. Nobody who seeks trough the silence of the night will deny the presence of these winged beings fluttering around the blank page. Their plumage changes according to the season and geography, but the same destiny shakes them in the sky, their wings. These free birds do not obey the voice of any land; they do not know the rough borders of men and never have dreamt about placing boundary stones in the air. Free in the ups and downs of flight, they spin in circles trough ages and languages, in the deepest skies hang nests of exquisite engineering and give to the air the inscrutable names of things. The birds which have settled in this three with no land, they can fly at any moment; keep it deeply in your eyes.

Note to the second edition of Free Birds

Most of these poems are 10 years; its writing taught me that the bitter happiness of the poet is watching his work unfinished and even sacked by the dreadful threads of the merciful hours. I step back to the reading of these my first verses and I discover in them not the person I was but the dream of the person I should be; I my heart myself and start the journey:

From the other edge of what I say
lays a bridge to get to my word,
each time I mention my name
my name comes back to me, unformed
each time I say water, the water turns to wind
the wind turns to fire, the fire turns to my exact name
but much more full and more unknown

I throw words, names, verses to the edge each time,
and each time they announce new intensities
of what I don’t know

I should throw on this bridge
what I don’t say, my silence
so that some time
it becomes a poem

Brooklin Bridge, New York City, October 1997


SUMMERY HETEROMANCIA

Aves quasdam rerum
Augurandarum causa
Natas esse putamos.

Cicero, De naturata deorum, II, 64

To W.C.W

In the flight of a bird the night becomes endless.
Fruits recognize their flavor in themselves.
Like orchards we live extensively the sun.

OISSEAUX

Seven birds fly after the summer
three birds think that the summer is in the South
two of them think that the South is a region in the Sky
the third bird follows them
three more wait on a mountain for the Seventh Sun
somebody says that the Seventh Sun is a bird from the South
the Seventh Sun goes sowing summers in its flight
the last bird knows the story too


THE UNNAMED

It was a night
and a piece of intimate moon

we never met each other
and we made love
like from a distance

You kissed my face
since the other sidewalk

It was you and yours
never me
and was the best

It was a great pain
to live it alone


THE UNNAMED ONE MORE TIME


I could tell you
that you have never crown a verse
that you started to give yourself to me
like the moon does
waxing moon of thigh
waning moon of breast
but it would be the other, the diverse,
the uncertain

I gave you hardly a poem
a smile

I never knew your names


THE UNNAMED RIDES HORSEBACK AGAIN

The street incubating my farewell on the corner
The night keeps quiet and the whip can be listened
I don’t know your name but your laughter keeps me awake
Poesía en la plaza


La isla del lago

O Dios, o Venus, o Mercurio, patrón de los ladrones,
Dame al debido tiempo, os ruego, una pequeña tabaquería,
Con las pequeñas cajas brillantes
Apiladas en los estantes con esmero
Y el suelto fragante tabaco
Y el picado,
Y el brillante Virginia
Suelto en las cajas de brillante vidrio,
Y un par de balanzas no muy grasas,
Y las putas descolgándose para una palabra o dos al paso,
Para una palabra picante y arreglarse un poquito el pelo.

O Dios, o Venus, o Mercurio, patrón de los ladrones,
Prestadme una pequeña tabaquería
O instaladme en cualquier profesión
Salvo en esta condenada profesión de literato,
Donde se necesitan sesos todo el tiempo.


Ezra Pound, Lustra, 1916


El poeta nace predestinado al ejercicio de su arte del mismo modo que un religioso a su vocación; pero a diferencia del camino espiritual, en la poesía no hay ningún elemento social que promueva semejante práctica de una manera vocacional. Los menguados incentivos del estado, no son, por mucho, motivo suficiente para despertar en los posibles escritores un afán verdadero para la consecución de tales logros. Escribir es lograr la salvación del alma temporal, y en ese ministerio de pobreza y silencio, se hace poesía al margen de la voluntad de pueblos y gobiernos, de órdenes morales o políticos. Es infrecuente que el gusto de la poesía se adquiera en las aulas, nuestros maestros de literatura en el ámbito escolarizado son de una ignorancia oceánica a la hora de formar a los posibles poetas. De ahí que todo poeta verdadero deberá formarse en casa; con la ayuda de hermanos o parientes, el poeta gustará del género más perfecto de la literatura, sólo si en su casa es frecuentado por alguien de la familia. Los talleres literarios en nuestro país han desarrollado algunas generaciones de poetas a partir de la segunda mitad del siglo pasado y mas acusadamente a partir de los años ochenta, cuando se integró un panorama global de la producción poética joven quedando registrado en la clásica asamblea de Zaid, en los noventa será a través de la colección Tierra Adentro donde se darán cita las propuestas más relevantes; en torno a los talleres se construyen grupos y asociaciones diversas, proyectos literarios, revistas y pequeñas editoriales en todos los estados de la república, es esta una de las principales aportaciones del modelo; hay sin embargo que reconocer que aunque el propósito formativo de los talleres eleva el nivel creativo de los escritores, nunca ha sido suficiente para la formación integral de los jóvenes autores, así el taller se convierte en asamblea donde argumentación y réplica es el método de corrección. No creo que la poesía responda a una tesis, el primer impulso de su escritura, nace a partir de una confrontación entre lo sentido y lo pensado, la poesía vendría pues a ser la racionalización de un sentimiento posible. Quien escribe poesía pensando en los efectos probables en los lectores, está condenado a no lograr nunca su objetivo; hoy en día existe una perniciosa proclividad a considerar que el pensamiento poético debe integrar una unidad discursiva, un cierto número de páginas casi siempre signado en sesenta, un tema global; estas características metodológicas se han remarcado a partir de su inclusión en convocatorias y reglamentos de trabajo para efectos de medición cuantitativa por parte de contralores y auditores, donde la actividad poética propiamente dicha no interesa. Vemos a los perseguidos autores rellenando sus reportes de beca, olvidados de su quehacer primordial, pensar, hacer, vivir en la poesía. Otro asunto de vital importancia, es la tradición que incluye el trabajo corporativo, un grupo de autores, no siempre vinculados por posturas estéticas, pero si coyunturalmente asociados en torno a un proyecto editorial o de difusión, casi siempre a la sombra de una institución privada o pública, aceptan en sus cánones a un autor que puede resultar conveniente para ese proyecto aunque se abomine de su trabajo o de su actitud personal, la regla será siempre, en todos los casos, elogiar sin medida, reconocer lo que no se conoce, elevar a la cumbre lo que por su propio impulso no escala ni siquiera su estatura. Cuando un despistado comete la injuria de poner en entredicho, el valor real de la escritura de algún miembro del grupo, será anatemizado, olvidado, evitado en toda circunstancia social; si a pesar de haber mostrado una postura contraria y de ser reconvenido de sutil manera, el sujeto persiste en sus comentarios no podrá ser incluido en las relaciones sumarias que cada tanto ponen al día el catálogo de los abastecidos. Pero en todo momento puede haber espacios de acuerdos, si no apareces en una antología, seguramente serás convocado a la contraria, el problema más grave es cuando no eres incluido en ninguna, cuando has logrado un consenso perturbador en torno a tu obra: eres imposible de justificar en ninguna postura, no puedes ser acogido a la sombra de ningún árbol frondoso ni aun del más desmedrado arbusto. Parecería que el interés mayor en toda actividad poética pública, se funda en el reconocimiento de los demás por algunas de nuestras sobresalientes capacidades, cuando esto no sucede somos capaces de sufrir los más amargos desengaños, o refugiarnos al lado de otros igualmente infelices y conspirar una edición o encuentro; hemos visto como a un poeta se le reclama su seguridad, su falta de humildad, su orgullo. Hemos tenido padres tercos, la generación inmediatamente anterior a la nuestra es por lo general, quien decide los bonos con los cuales contará el postulante y a través de cursos, talleres, asesorías y dictámenes se podrá sumar una cierta cantidad de puntos favorables o desfavorables para la consecución de la carrera literaria. Acudimos al azoro momentáneo de un asesor que no comprende el ejercicio escritural de su tutorado, que su escritura no encaja en ningún molde preestablecido, que no responde a ninguna tesis probada, que no se acerca ni a la más exótica lectura trasnochada de una poesía prevista en una traducción adicionada con notas, y entonces el tutor reporta que se necesitan más lecturas, especialmente las que el tutor frecuenta. Algún compungido compañero de trance, deslizará un roído volumen de la tierra baldía en la mano del indeseable. Aplicado y respetuoso en el próximo reporte demostrará que es uno de ellos, que no existe distinción en su discurso, que puede aspirar a ser reconocido como un igual. En nuestro país, la fuerza del Estado convoca a los poetas en torno de las instituciones culturales y educativas, desde algún puesto administrativo o académico más o menos feliz, el poeta podrá dedicar una parte de su tiempo al cultivo de su obra literaria, pero de ningún modo interesa a la institución la fortuna de esa obra, salvo cuando aquélla obtiene reconocimiento público que excede el ámbito en que se desarrolla; en un cubículo oscuro, el poeta revisa originales mientras resuelve una comprobación de gastos o redacta su exigua declaración patrimonial siempre más sospechosa de empobrecimiento inexplicable; y justo en este ambiente es cuando sobresalen los que no tienen obra que justifique su inclusión en el parnaso nacional, autores de un libro o dos que han conseguido por virtudes personales de afabilidad colocarse en los mejores puestos del recinto e incluso dirigiendo el espectáculo de la poesía pública, pero a quienes nadie se atreve a decirles que no, que no son poetas, porque ya son doctores o directores generales o las dos cosas. Existe la modalidad del poeta esclavo de las relaciones culturales, siempre vendiendo sus capacidades de lector inteligente al mejor postor, dando cursos, conferencias, lecturas o dictámenes acogido a los erráticos presupuestos y a las volubles voluntades del funcionario en turno, este poeta transita el largo camino de los recibos de honorarios, sin contar desde luego con seguridad social, ni siquiera con el compromiso de ofrecer sus servicios con seguridad laboral. El mercado editorial ha reducido toda posibilidad de desarrollo en el género, escribir poesía no es negocio y mucho menos publicarla; esta tesis ha orillado a los autores a generar sus propios proyectos editoriales, hemos visto surgir en la última década cientos de pequeños sellos editoriales que cuentan en su catálogo a miles de poetas que difícilmente podrán publicar otro título o que sometidos a las reglas del mercado, habiendo publicado algún libro no podrán distribuirlo ni siquiera en su propia ciudad; la difusión de estos materiales se da a través de una red de complicidades de intercambio que no siempre es segura, pero es la única con la que se cuenta. Obtener el reconocimiento público no es proporcional a las virtudes estéticas de una obra, son necesarios otros ingredientes por lo general fuera del alcance de los autores: habilidades en el trato de las personas, participación en un corporativo cultural, sumisión a la directrices del Estado, residencia en alguna ciudad capital, por mencionar algunos. No sobra decir aquí, que los certámenes de poesía han sido hasta ahora el recurso más visible para la difusión de la obra poética, con la oferta de publicación en la mayoría de los casos, los poemarios concurren a la evaluación, casi siempre, de lectores profesionales que representan de algún modo el gusto de la época; concursando bajo pseudónimo, el poeta descansa su aportación exclusivamente en su obra; son aislados los casos en que se denuncia alguna predilección por un autor en especial, casi siempre los comentarios responden a una concepción de la literatura, un estilo, ciertas características de discurso. De cualquier modo, convertirse en un poeta laureado no asegura ventajas significativas en cuanto a desarrollo económico y formal, es necesario, como he dicho arriba, otras virtudes. El ejercicio crítico hasta ahora, ha sido sobrellevado por los propios autores que dan sustento primordialmente a predicativos de grupo o corporación, si algún poeta ha nacido con ciertas capacidades para explicarse con alguna naturalidad, establecer un discurso coherente en cinco páginas de prosa legible, dictará las poéticas y poemáticas de su grupo, elevará el status de su corporación por encima de las otras; a este creador le corresponderá establecer un orden provisorio de las tendencias, particularidades y generalizaciones del arte poético en su tiempo y desde luego su espacio; echando mano de modelos anteriores, producirá antologías y recuentos críticos donde sin duda se incluirán primero, los cercanos y si el espacio y otra vez el tiempo lo permiten, los más lejanos. Procederá de lo que conoce hacia lo desconocido, enlistará a sus amigos y después a aquellos que no lo son pero a quien admira por su trabajo y porque no le ofrecen resistencia y por último, a los que, no existiendo una obra que le sea familiar ni un vínculo de amistad, pero que el favor del público ha señalado como remarcables y no podrían ser evitados. Con denominaciones más o menos cómicas englobará en grupos disímiles a los que escriben de un modo u otro, luego se enfrentará a los que escriben de un modo y también de otro y por último, con toda la perplejidad que el recurso prohija, a los que no escriben de ningún modo conocido. En muchos casos, estos autores críticos, no tienen una obra significativa, pero es tan leal su gusto por esta clase de trabajos, que sin duda su aportación generará nuevos enfrentamientos y discordancias en el verdadero ejercicio escritural. Esto también es una posibilidad de definir estadios de competencia y de lucha política en la poesía, no olvidemos que el Estado siempre está pronto para capitalizar estas divergencias. Tres o cuatro veces al año los poetas se reúnen y discuten algún asunto que tiene que ver con el trabajo creativo, el primer obstáculo a vencer es el financiamiento de los participantes, con el concurso de instituciones públicas y privadas se allegan los poetas al lugar de reunión, aunque en muchas ocasiones también por sus propios medios, la discusión casi siempre deriva en saber cuál es papel que nuestra poesía tiene en el decurso de la tradición, con textos salpicados de citas en las que abundan los eliot y los mallarmés y algún poeta francés que esté de moda, se regresan a sus casas pensando que tal vez ahora sí se podrá escribir desde una nueva perspectiva, que hemos dejado atrás a los contemporáneos y que somos libres de intentar nuevos caminos. Sin embargo lo verdaderamente entrañable de la experiencia se dará en torno a la mesa de cantina, en esa estación final del encuentro se establecerán compromisos e intercambios, circulará la sangre viva de la poesía nacional. La invitación a participar en un libro como el que ahora está en sus manos, es ocasión inmejorable, en un autor con fobias y resentimientos, para dar sus sesgados puntos de vista y colocar en el ojo de sus colegas aquellos accidentes que el ejercicio de su profesión ha dispuesto para sí y para algunos otros que se dedican a la misma, pesarosa actividad. Escribir poéticas y además escribirlas junto con otros, para ofrecer panoramas posibles de la producción poética nacional, es asunto que despierta muchas suspicacias, es difícil abstraerse de un cierto tufillo a convención o pacto, a congreso o conjura; sin embargo, también es un recurso eficaz para mostrar lo que de algún modo se piensa sobre los diversos tópicos que preocupan a los jóvenes escritores de nuestro país; cualquier poeta serio, quiero decir comprometido con su obra y su tradición, al releer estas quinientas palabras, tiembla, sabe que lo mejor de sí está en sus poemas, que su aportación reside ahí o en ninguna parte. Se escribe para dejar memoria de lo vivido. La plaza pública en el caso de la poesía, es por lo general íntima, son muy pocos los autores que logran saltar la barrera del menosprecio social, su actividad no otorga dividendos económicos, salvo en contadas ocasiones y cuando el poeta ya ha muerto; su aportación es eminentemente espiritual, el poeta da cuenta del profundo vivir de un tiempo, asume las épocas y las define en muchos casos, pero a nadie le importa lo que sucede, si no lo que ya pasó, lo pasado tiene el prestigio de lo que ya no es; escribir se convierte entonces en una apuesta hacia el futuro, se escribe y se publica para ser comprendido más allá de la circunstancia concreta, hay en los ojos del poeta recién publicado un hambre de futuro que sólo puede saciar la muerte. He decidido compartir con mis coetáneos este ejercicio de escritura en las rodillas, estos breves apuntes nacidos de la observación no siempre objetiva pero si objetivadora, he querido repasar algunas de las actitudes que se repiten desde el principio del siglo pasado y que han tomado residencia en nuestra tradición, así somos, no estoy seguro de que queramos seguir siendo así, es por esto que otra vez tomo el rumbo de lo desconocido, por ver si más allá de mis ojos hay una luz que nos haga más soportable el tránsito para la verdadera valoración de nuestra obra.


Mario Bojórquez
(texto preparado para el libro sobre poéticas mexicanas de Jair Cortés y Rogelio Guedea)
LE HAUT SOLEIL FAIT ROUGEOYER LES MUSCLES DU VENT


(PREMIÉRE PIERRE)

Il naquit, tous les vents dans la main
dressant sa tête insolite
sur la chaude épaule d’un espoir obscur

Il marqua peu à peu le vaste territoire de son corps
retint les griffes indélébiles de la mort
et se mit à marcher sur le sable de ses pas.

(DEUXIÉME PIERRE)

Sur les dunes glissent
les souffles de l’aube

La lumière matinale souligne
l’ombre toujours immobile du chemin de sable

Le silence s’enfle en une symphonie sans fin

Les plantes et les roches
pulsent d’une vie intérieure
qui ne connaît pas de repos

Seul l’homme s’emerveille de son corps.

(TROISIÈME PIERRE)

Nous parcourûmes l’incommensurable espace du paysage
le sud s’éloignait par-delà les montagnes bleues
Nous traçâmes un cercle imaginaire
où tous les hommes et les choses el les jours
se tenaient les uns face aux autres
reconnaissant les visages et les signes aimés

Je fus le premier à mouvoir les pieds pour une danse
puis tout le cercle se mit à tourner avec le soleil
“c’est le désert qui nous anime” –dis-je
et la musique retentissait de plus belle en nos corps.

(QUATRIÈME PIERRE)

Nous marchions à grandes enjambées
l’horizon était une ligne de feu et de mirage
Nous marchions
portant toutes les tristesses de l’exil
et notre marche était effacée par d’autres sables.

(CINQUIÈME PIERRE)

Dans le désert brûlent les peines
des hommes fatigués

Il n’y a plus d’horizon

Au-delà de tout ce qui a été vu
réside la tristesse du sable

Où le vent lève-t-il
son voile de soif?

Au milieu du désert
naissent les rêves de l’ombre

Tout est posible.

(SIXIÉME PIERRE)

Les tambours chauds de l’été retentirent
à l’oreille neuve du soir
Depuis la lumière béante, sifflait le temps insaisissable
Sur les toits moisis
pulsaient impatiemment les lances verticales de l’effroi

Une femme à la haute poitrine
prit dans ses mains le sable du desert
et le répandit dans toutes les directions
formant ainsi le brouillard inespéré.

(SEPTIÈME PIERRE)

Elles sont si longues les heures du crépuscule
sur le mond désert
Filles du soleil
elles chevauchent joyeuses
la plaine de poussière

Nous nous regardons dans les yeux épris d’un amour primaire
Nous nous touchons
avec l’âpreté naturelle de l’étincelle.

(HUITIÈME PIERRE)

Nous voyons choir les lentes heures du crépuscule
sur le sable fugace de tes mains

L’ultime instant de la lumière
simule des ombres rougeâtres ou verdoyantes

A chaque pas
un monde désert d’espérances
un muet dépouillement d’impatiences

La memoire lève ses hauts yeux
pour regarder cette autre face du paisaje.

(NEUVIÈME PIERRE)

Nous avons creusé dans le sable
la tombe du surlendemain
Nous avons creusé si profond
que nos visages se sont effacés
Quelqu’un a levé la main dans l’obscurité et a dit:

“Le désert de nos peines
l’humble désert de l’espérance”

Là où seul le cri de l’amour résonne
souffle en silence le vent de jamais.

(DIXIÈME PIERRE)

Nous sommes venus semer a terre avec la sueur et le sang de la foi
le sable est monté peu á peu au point d’ensevelir les maisons des pionniers

Nous étions peu nombreux à subsister
et nous avons vu les soleil au zénith
les cactus tels les âmes en peine
de ceux qui sont morts de faim et de soif
les pluies de poussière et de d’eau battant les toits de bois

Nous
les derniers
nous aimons le confort et l’idolâtrie
nous vivons à notre aise dans le péché.


Traduction Adrien Pellaumail







EL ALTO SOL ENROJECE LOS MÚSCULOS DEL AIRE

(PRIMERA PIEDRA)

Nació con todos los vientos en la mano
alzaba su cabeza insólita
sobre el hombro caliente de la esperanza ajena

Fue marcando el territorio extendido de su cuerpo
sujetó las garras indelebles de la muerte
y echó a andar sobre la arena de sus pasos

(SEGUNDA PIEDRA)

Suben por las dunas
las respiraciones del alba

La luz de la mañana muestra
la siempre quieta sombra del camino de arena

El silencio se crece en una sinfonía interminable

Las plantas y las rocas
laten una vida interior
que no descansa

Sólo el hombre se admira de su cuerpo.

(TERCERA PIEDRA)

Fuimos recorriendo el espacio incontenible del paisaje
el sur quedaba atrás de las montañas azules
Marcamos un círculo imaginario
donde todos los hombres y las cosas y los días
se paraban unos frente a otros
reconociendo los rostros y las señas queridas

Yo fui el primero en alzar los pies en una danza
luego todo el círculo giraba con el sol
"es el desierto el que nos mueve" - dije
y la música sonaba más fuerte en nuestros cuerpos.


(CUARTA PIEDRA)

Caminábamos a grandes saltos
el horizonte era una línea de fuego y espejismo
Caminábamos
con todas las tristezas del destierro
y nuestro andar era borrado por otras arenas.

(QUINTA PIEDRA)

En el desierto arden las penas
de los hombres cansados

No existe el horizonte

Más allá de lo visto
reside la tristeza de la arena

¿Dónde levanta el viento
su vestido de sed?

A mitad del desierto
nacen los sueños de la sombra

Todo es posible.

( SEXTA PIEDRA)

Sonaron los tambores calientes del verano
en el oído nuevo de la tarde
Desde la luz abierta silbaba el tiempo escurridizo
Sobre los techos enmohecidos
con impaciencia latían las lanzas verticales del asombro

Una mujer de altos pechos
tomó en sus manos la arena del desierto
esparciéndola en todas direcciones
hasta formar la niebla inesperada.

(SÉPTIMA PIEDRA)

Son tan largas las horas del crepúsculo
sobre el desierto mundo
Hijas del sol
cabalgan jubilosas
la llanura del polvo

Nos vemos a las caras con un amor primario
Nos tocamos
con el encono natural de la chispa.

(OCTAVA PIEDRA)

Vemos caer las lentas horas del crepúsculo
sobre la esquiva arena de tus manos

El último momento de la luz
simula sombras rojizas o verdeantes

A cada paso
un mundo desierto de esperanzas
un callado despojo de impaciencias

La memoria levanta sus altos ojos
para mirar esta otra cara del paisaje.

(NOVENA PIEDRA)

Hemos cavado en la arena
la tumba del pasado mañana
hemos cavado tan profundo
que nuestros rostros se han borrado
Alguien alzó su mano en la oscuridad y dijo:

"El desierto de nuestras penas
el humilde desierto de la esperanza."

Dónde sólo el grito del amor se escucha
bate sigiloso el viento de nunca.

(DÉCIMA PIEDRA)

Venimos a sembrar la tierra con el sudor y la sangre de la fe
la arena fue subiendo hasta cubrir las casas de los pioneros

Los pocos que quedamos
hemos visto el sol a mediodía
los sahuaros como almas en pena
de los que murieron por el hambre y la sed
las lluvias de polvo y agua azotando los techos de madera

Nosotros
los últimos
amamos el confort y la idolatría
vivimos cómodamente en el pecado.
AGUA QUEMADA (CUECUECHCUICATL)

I

La cierva ha extendido su muslo entre las ramas de copal
La cierva en brama
La cierva que conoce el ardor
las secreciones
La cierva abre las piernas
los brazos
las caderas
y el puñal de obsidiana
penetra en el hueco de la muerte

II

Cuántos ríos pasan por su cauce
Cuánta desolación hay en su grito
Cuánto dolor la inunda

III

La cierva se retuerce
como una garza de fina pluma
pero cada vez más adentro
corre el puñal
y cada vez más afuera se queda el sonido del agua

IV

La cierva estira el cuello
pichihuila
la ingle le revienta el calor y la fiebre
arquea el lomo
inclina la rodilla
y se abre más la falda y la camisa

V

La más hermosa cierva
se defiende con patas
con mordiscos
es feliz y no sabe
le duele pero quiere
que no se acabe nunca

VI

Se recula y avanza
es un baile de flores
de húmedos nenúfares y lirios
es un baile con sonajas de huesos
con tambores de pieles aún vivas

VII

Sobre plumas y hierbas
el muslo desgarrado
penetrado
roído
intenta sumirse en el último salto
flexiona
cartílagos y nervios
en la punzada honda

VIII

Pero nada detiene el viento y el ardor
el curso en la saliva
el puñal que destroza la caverna infinita
el puñal que azota con látigos culebras
el puñal que coge la carne por lo blando
el puñal que inunda con su savia bermeja
el puñal que toma el templo que se incendia
el puñal que rasga la corva perfumada
es el puñal su filo
la orilla de su sangre

IX

La cierva desposada florece en sus entrañas
Un rugido de pájaros le sube por las venas
hasta rozar su cara

La cierva comedida
tiene piedras preciosas en sus ojos brillantes

La cierva se recuesta a los pies de la ceiba
y entona un alto canto que mueve las montañas
INVOCACIÓN AL MAR

I

No es agua el mar, es fuego
incendio de la ola en su marea
No es agua el mar, es brasa
hoguera insomne, antorcha de viajero
No es agua el mar, es lumbre
escaldación infausta, sol hirviente
No es agua el mar, si quema

II

¿Qué palabra contiene
su furia y su prodigio?
¿Qué palabra lo fija
lo acecha en su espesura?
¿Qué palabra sujeta
el temple de su orilla?
¿Qué palabra es el mar
qué nombra su sonido?

III

Agua lustral, espumoso veneno
Fresca gota de sangre, miel calada
Río ancho, indócil, petulante
Vaso en el borde, copa, corrimiento
Marea boba, cántaro de lluvia
Fuente, cascada, nieve, lago calmo
Clepsidra, mercurio y bocatoma

Nombres del agua, máquinas del agua
Alzan el índice sobre el falange roto
Corrido y vaporoso y estancado

IV

El agua, serpenteante, su venero
El agua, presurosa, su caída
El agua, coloidal, cuaja su grumo
El agua, vesperal, abre su niebla
El agua, tormentosa, con su estruendo
El agua, alucinante, sueña su agua.

V

Aquí está el mar
¿escuchas su violenta llamada entre las rocas sin descanso?

VI

Canta, oh Diosa, la cólera del mar
Que nos diga la fuente su mística premura
Que nos hable en la ola fugaz de su marea

Aquí está el mar, aquí su incandescencia
Su canto proceloso de sirenas
Su mengua pesca de la luna boba
Su prodigio de sales y locura
Su tormenta, su sol, su movimiento
Su trigo despojado de malezas
Su miedo y su descanso
Su furia de volcanes espumosos
Su timón y su fuego y su lamento
Su inagotable sed, su pulpa hirviente
Su levante y su céfiro
Su astrolabio y su dársena
Su comba, su cadera
Su monstruo, su concha, su crustáceo
Su vestido de nieve en el verano
Su sargazo, su bosque submarino
Su quietud sin reposo
Su ánima corpórea
Su acento tremedal
Su canto sordo

VII

Te invoco mar, negro mar, ciego mar de mis ojos
Surcaremos las aguas de tu incendio imprevisto
Ataremos los cuernos de tu tobillo lánguido
Y tú, animal bramando, mostrarás tus quijadas
¿Dónde estás, quién te llama, obligado perfume de mariscos secretos?
Remos velas timón
Arderán en el soplo de la vejiga rota
Romperán ebrias olas los trémulos bajeles
Abrazarán costados su fatigado brote
Erigirán espumas incandescente mástil
¿Dónde estás, quién te nombra fusil, cántaro, vena constante en el mármol salado?
LA MUJER DISUELTA


(Viaje)

I


Porque me hundo en ti, lago de sombras
es tu cuerpo veloz agua que rueda
abriendo su torrente en dos orillas.

Porque me hundo en ti, soy lo que arrastras
en tu furia me llevas diluido
y me ablando en la lluvia, soy corriente
que a su paso abrirá nuevas riberas.

II


Soy agua junto a ti, estoy permeado
de tu líquida esencia presurosa
y donde va tu pie, se me derrama
la sed que por tu pie voy padeciendo.

Eres agua, lo sé; te bebo a mares
es lujuria tu pelo destilado
si cada que te toco se humedece
la mano primitiva donde tiemblas.

III


Eres agua, lo sé; lo sé, lo siento
pues tu cuerpo es el río donde empieza
la vida que me das y que yo tomo.

¿Cuál es el cauce, el lecho en que reposas?
¿Y qué represa o vaso te contiene?
Si cuando voy a ti, sólo eres jugo,
jugo de ti, donde beber es santo.

IV


Agua profunda, en superficie quieta
ahonda remolinos de la vista.
Agua profunda, que el mirar explora
y la mano se atreve sin asirte.


Agua profunda, curso interrumpido
estancamiento falso donde agitan
secretas linfas, giros expectantes.


Agua profunda, vaso medio lleno
medio vacío vaso, donde bebe
la transparencia líquida, tu acento.

V


Eres agua de amor, estoy ahíto;
y no apago la sed, cómo saciarme
si tu cuerpo te crece ola con ola.


Bañado en ti, bañado, sumergido
me desperezo, floto sin ahogarme
es tanta la fruición, sin empalago
que vuelvo a revolcarme en tus fluidos.


(Tornaviaje)

I bis

Voy cercando tu vientre con mis barcos
y tu vientre se extiende, marea baja
en el vaivén extremo de tu brote.


Voy cercando tus piernas con mis redes
y el pez piloto busca donde alzarse
donde arrojar su escama braquicéfala.


II bis

Voy cercando tus senos con arpones
con anzuelos sin mella hundo la carne
en tu pezón ardiente está manando
el aguamiel, delicia donde abrevo.


Voy cercando caderas por tus costas
anegando sin tregua mis bajeles
para regar sin mácula tu orilla.

III bis


Voy cercando tu pelo, eres corona
de frutas suculentas, fresca pulpa
donde chupar encuentra su contento.


Voy cercando tus manos que me cercan
y el apretón sincero de mis ansias
en tu caricia de agua se detiene.

IV bis


Voy cercando tus pies, islas floridas
en donde puerto alcanzo, tu cobijo.


Voy cercando tu boca y tus axilas,
de tus huecos los húmedos humores
la saliva candeal, sudor extremo.

V bis


Va cercando tu cuerpo, el artificio
de mi lengua serena, pero diestra
y toco, bramo, brusco, te penetro
y te aferras a mí, balsa sonora,
en tu más alto oleaje te suspendes,
te vienes, te detengo, nos hundimos
y vuelves otra vez a derramarte.
BITÁCORA DE VIAJE DE FORTÚM XIMÉNEZ
-DESCUBRIDOR Y CONQUISTADOR DE LA ISLA DE LA CALIFORNIA-


A Mario y Sofía,
naturales de la California


Sabed que a la diestra mano de las Indias, hubo una isla llamada California, muy llegada a la parte del paraíso terrenal, la cual fue poblada de mujeres negras, sin que algún varón entre ellas hubiese, que casi como las amazonas era su manera de vivir. Estas eran de valientes cuerpos y esforzados corazones y de grandes fuerzas. La ínsula en sí, la más fuerte de riscos y de bravas peñas que en el mundo se hallaba, las sus armas eran todas de oro y también las guarniciones de las bestias fieras, en que después de haberlas amansado cabalgaban, que en toda la isla no había otro metal alguno.
Las Sergas de Esplandián,
Garcí Rodríguez de Montalvo,
Sevilla, 1510.



I
En el confín siniestro
de los mares ocultos,
con el oro poniente
a la mano derecha,
se levanta una isla
de mujeres salvajes,
que cabalgan en fieras,
que domestican hombres,
que comen carne seca
por el sol del desierto.

***************

La llaman California,
es rica en soledades,
sus más menguados frutos
aligeran la sed;
irrumpen en sus costas
encontradas corrientes,
lunas bobas de pesca,
jabalíes rabiosos,
enconados insectos
y memorias de piedra.


Fechado y firmado el día de San Florencio, 27 de octubre del año de la gracia de 1533 años, a los 15º grados de altura del polo boreal, en el puerto de Teguantepeque, por mí, cosmógrafo y marino, Fortúm Ximénez.


II
El marqués nos envía
aparejos, vituallas,
armas, esclavos negros;
sobre Teguantepeque
el alba nos anuncia
que son buenos los vientos.
Sólo esperamos órdenes.

************
Hernando de Cortés
besa por las mejillas
a su cuñado Diego:
“Esos mares del Sur
serán nuestra ventura;
coged todas las perlas,
los oros, los diamantes
y vuelve aquí mi hermano
a gozar tu cosecha.”
El Diego de Becerra
traga el cuerpo de Cristo,
alza el cuello y nos grita:
“¡A soltar las amarras!”



Fechado y firmado el día de San Cenobio, 30 de octubre, en el puerto de Teguantepeque, el año de la gracia de 1533 años, en ocasión de zarpar para los mares del Sur en el navío Concepción, por mí, Fortúm Ximénez, piloto mayor y cosmógrafo de esta misma nao.


III
Astrolabio acusando
tormentas o cometas,
la bóveda celeste
da largo vuelo al viento,
brújula fatigada
por el norte amoroso:
Oriente, Occidente,
Septentrión y mediodía.

**************
El ángel que mis ojos
no se atreven a ver,
dibuja pentagramas
en círculos de arena,
los trazos prefiguran
los soles, las mareas,
el desvelado espacio
que los cielos suponen.

************
Ya la nave aligera
su carga por la borda;
la tormenta vecina
ha soplado en los flancos,
suben por la madera
las altas olas grises
arrastrando en su furia
los aperos de guerra.
Las aguas estruendosas
fatigan los confines
dañados de cubierta.
El capitán aturde
las bocinas de mando
en el puerto de proa.
Ya los mástiles rotos,
el timón a deriva:
sólo un hombre sujeta
su destino en babor.
Ningún pájaro anuncia
la violenta hecatombe.

Fechado y firmado el día de San Nemesio, 31 de octubre del año de la gracia de 1533 años, en la alta mar, hacia los 22º grados de altura del polo boreal, frente a las costas de la Nueva Galicia; por mí, Fortúm Ximénez, piloto mayor del Concepción.



IV
La nave del Grijalva
se perdió en la tormenta
(Dios los tenga en la Gloria).
El capitán Becerra
nos trata como esclavos;
me dice que es locura
pensar en California:
“Son cuentos de poetas
que nunca han visto el mar.”

Fechado y firmado el día de Todos los Santos, 1 de noviembre del año de la gracia de 1533 años, en la mar alta hacia los 20º grados, altitud geográfica, por mí, Fortúm Ximénez, piloto mayor del Concepción.


V
La penumbra del cuarto
nos oculta las caras,
el brillo de puñales
dice que somos seis.
Mi hermano Pero encaja
su daga por el cuello,
los demás en el vientre,
para mí el corazón.

Fechado y firmado el día de Santa Isabel, 5 de noviembre del año de la gracia de 1533 años, frente a las costas de la Nueva Vizcaya, en la bahía de Topolobampo, por mí, Don Fortúm Ximénez, Comandante y Gobernador de las aguas de los mares del Sur, con asiento en el Navío Mayor del Concepción.


VI
Cuatro monjes me piden
los acerque a la costa,
me llaman “Excelencia”
y me dan bendiciones.
En un puerto seguro
descienden los heridos
junto con las sotanas.
Fray Fermín, franciscano,
prefiere acompañarnos.

Fechado y firmado el día de San Severo, 8 de noviembre del año de la gracia de 1533 años, en el puerto bautizado por mí como Motines, a los 18º grados de altura del polo boreal.
Yo
Su Excelencia
Don Fortúm Ximénez
Comandante del Navío Concepción y Gobernador General de las aguas todas de los mares del Sur.



VII
En el alba se escucha
el grito: ¡Tierra, tierra!
¿Es muy grande la ínsula?
pregunto apresurado;
en lo alto del mástil
Pero Ximénez dice:
“Es una nueva Albión.”

*************

Los hombres codiciosos
saltan en tierra y buscan
las perlas de sus sueños.
Las talegas de cuero
rebozan de riquezas:
conchas multicolores,
grandes piedras de oro,
esmeraldas purísimas.

Fechado y firmado el día de San Alejandro, 24 de noviembre del año de la gracia de 1533 años, en el puerto llamado por mí de la Santa Cruz, de la Gran Isla de la California; siendo este día el más glorioso de mi vida, pues he descubierto a los ojos del mundo las más pingües y dilatadas tierras del orbe, ricas en perlas, oro y demás riquezas y fortunas que contiene esta Nueva Albión en punto de los 28º grados de altitud del polo boreal. Yo, Capitán del Navío Concepción y Primer Descubridor y Conquistador y Gobernador de la Nueva Albión, también llamada Gran Isla de California y de las aguas de todos los mares del Sur.
Su Excelencia Don Fortúm Ximénez



VIII
Enjaezados de oro
negros leones cabalgan,
mujeres a horcajadas
se acercan a la playa,
nos miran con recelo
más negras y más fieras.
Un arco tensa el aire
de la primera flecha.

************
Nos ha sembrado guerra
su semilla de muerte,
nuestros cuerpos florecen
pitahayas agoreras,
negros pájaros graznan
el final de la tarde.

************
Se escuchan ya los cuernos
que llaman al descanso,
los guerreros aguardan
el reposo justísimo
en la hoguera nocturna.

Fechado y firmado el día de Santa Catalina, 25 de noviembre del año de la gracia de 1533 años, en el puerto y bahía de Santa Cruz, después de presentar singular batalla en el campo del honor.
Yo, Fortúm Ximénez



IX
Este ángel terrible
sujeta la batalla,
en la risa del ángel
hay caballos azules,
desventura de cuerno
donde la carne es gota,
la más virtuosa espada
en la roca del mundo.

************
Las mujeres desnudas
nos toman por sorpresa,
hincándonos los dientes
urgiéndonos las ropas,
en mitad de la aldea
como los animales
a todos nos obligan:
Clérigos ni soldados
ya nadie se defiende.
¿No somos prisioneros?

************
Cambujos tornatrás
se han llevado mi barco.
Enfilaron la proa
con su cara al oriente
pero la mascarona
me busca en las orillas.
Se hinchan ya las velas
con el viento levante
y lo miro partir.

Fechado y firmado el día de San Facundo, 27 de noviembre del año de la gracia de 1533 años, en el poblado de Pichilingue-Guaycura, despojado de mi embarcación por amotinados ventajosos que me han llevado el Concepción y puesto prisionero de negras mujeres amazonas en algún lugar de mis dominios.
Yo, Su Majestad Fortúm I
Emperador Cautivo de la Callida Fornax.



X
Negra Reina Calafia
me revisa los dientes,
sus altos pechos duros
azotando mi rostro,
sujeta, garra fina,
mis ocultos pudores;
licor de frutas agrias,
langostas, abalones,
sobre pieles de tigre
me pongo a su servicio.

**********
Pétalos de hierro sangran
los caminos de enero,
pájaros de la piel
rompiéndose en la lluvia,
las muchachas cabalgan
sobre tigres esféricos,
todo es más real
en la ventana del ojo.

Fechado y firmado en el día de San Basilio, 2 de enero del año de la gracia de 1534 años, hallándome cautivo en el poblado Pichilingue-Guaycura y siendo sujeto de matrimonio con la Reina Calafia para unir los vastos dominios de mis dilatadas posesiones por temor a que un revés de fortuna les imponga el merecido castigo que les he preparado.
Fortúm Ximénez, Imperator Callida Fornax



XI
En el desierto invierno
donde bastan mis fuerzas
hay detalles de puentes
de tronos y palacios,
ajadas las columnas
por el sol y los vientos,
restos de lo pasado
en las lanzas del sueño.

***********
En verano las casas
son de ramas y lodo,
en invierno prefieren
refundirse en las cuevas,
en la orilla de un río
de la sierra a la costa,
trafican con sus vidas
y edifican sus sueños.

Fechado y firmado en Concho, gran pueblo de la California, el 7 de mayo en el año de la gracia del 34 de este siglo que corre.
Fortúm Ximénez
Imperator Callida Fornax



XII
Cuando alguno se muere
lo queman con su casa
sus arcos y sus flechas,
su bule, sus memorias;
que ya nadie recuerde,
al menos por un año,
ni el nombre ni la cara.
Y el espíritu libre
regresará a la tierra
convertido en sahuaro.

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En incómodas cuevas
piedras labradas hablan
de gigantes, demonios,
espirales de huesos,
venados de seis patas.

Fechado y sin firmar el 12 de agosto en la Sierra Cucapae, 36º grados, 1534 años.


XIII
Por el cristal del aire
rasga el tiempo las voces,
el potro del tormento,
el látigo cansado,
el karma de la fiera
en el filo del agua.

*************
Los dioses son el hambre
el frío y el calor,
los demonios el miedo,
la víbora, el coyote.
La ceremonia diaria
de buscar la comida.

**********
Los retretes soleados
improvisan graneros,
semillas carcomidas
por el viento y el agua,
un océano de estiércol
cultivado en sequía,
los nativos preparan
la segunda cosecha.

Con fecha y firma en el último confín de mis dominios, yo, Fortúm Ximénez, Emperador de la California, me estoy riendo de mí mismo.
FXICF
21/agosto/1534 años
Laguna Salada



XIV
Mis ojos abren luces
y mis manos son puertas,
abismos tenebrosos
las ingles, los sobacos.
La sífilis avanza
donde yo ya no existo.

**********
Fray Fermín se ha sentado
con mujeres y niños
alrededor del fuego;
con la cruz en la mano
les dicta la doctrina:
“Dios es uno y es tres,
son siete los pecados,
abajo está el infierno.”
Las mujeres se ríen
y se tocan los senos.
Fray Fermín recomienza:
“Dios es uno y es tres…”

Con fecha y firma en el puerto de Santa Cruz, ciudad capital del Reino de la California, el 1 de enero del año de la gracia de 1535 años, y con el corazón resuelto a dejarme morir a mano del tiempo, dicto mis últimas ilusiones.
Fortúm Ximénez
Emperador de Sí Mismo



XV
Mis hombres están tristes,
sus ojos se detienen
sobre el mar despiadado.
Esperan que alguien vuelva
con el viento en la tarde.
Yo ya no espero a nadie,
voy cumpliendo gozoso
otra viva conquista:
Emperador de mí,
mi reino es mi cabeza.

**********
Regresarán, lo sé.
¿Quién enmienda el destino?
¿Quién sujeta la suerte?
Regresarán por mí
como se vuelve al sueño.

En Finis Terrae, Cabo San Lucas, 18 de abril, 1535 años.


XVI
Va entrando en la bahía
mi barco Concepción,
quinientas cuatro velas
más alta es mi memoria.
¿En dónde está mi tierra?
Quizá el Marqués del Valle
me haga Gobernador
o al pase por la quilla
en venganza a Becerra.
Mi reino es de otro mundo.

**********

Asómate a la playa
con el talón ligero,
en la arena fecunda
simula tus cenizas;
acércate a la sombra
de los negros bajeles,
donde al final del tiempo
volverán tus historias;
inclínate en el vasto
territorio encendido,
donde el oleaje azota
y el aire se enmudece;
arrójate a las sombras
febriles y difusas
de tus primeros años,
de tus íntimas Troyas.

Fechado y firmado el día de mi santa muerte, 3 de mayo del año de la gracia de 1535 años, en el gran puerto y bahía de la Santa Cruz, de la California, a los 28º grados de altura del polo boreal; yo, Fortúm Ximénez, Primer Descubridor y Conquistador y Emperador y Rey de la Nueva Albión, también llamada Gran Isla de la California o Callida Fornax y Gobernador absoluto de las aguas de los mares del Sur; declaro que renuncio a todos mis bienes y posesiones sobre esta tierra y ofrezco con toda la humildad de mi corazón, mi alma a Dios y mi cuerpo al Mar Bermejo.